Balfate. Un azul turquesa impresionante parece tragarse las costas del procorredor Pico Bonito y Calentura. Su belleza es fascinante, y está en esa pequeña parte entre los municipios de Santa Fe y Balfate, donde el mar Caribe parece jugar con el paisaje rocoso.
Son apenas unos 15 kilómetros, en ese recorrido los farallones dominan el paisaje, son imponentes muros que a veces se ven interrumpidos por la espesa vegetación: esta es la ruta de los habitantes de estas comunidades que tienen al mar como su única salida por ahora.
Ese paisaje a diario lo recorren los viajeros locales. Las lanchas y cayucos son los taxis de esta pequeña parte tan inhóspita como hermosa.
Sea del oriente o del occidente, la aventura es igual, todo tiene que llegar de Trujillo o de La Ceiba, y es el mar que hace llegar lo que la comunidad no produce y necesita.

Por ahora no hay otra forma de cómo transportar esas necesidades básicas, hay un hilo de carretera, pero hace falta mucho para no dejar depender de las lanchas y cayucos.
Plan Grande, Quinito, Manatí, Mangulile, Miranda, entre otros asentamientos, dependen del mar para poder entrar y salir.
Todas las mañanas la playa de Río Coco, del lado de Balfate, se convierte en un pequeño mercado y terminal, aquí convergen camiones vendedores y autobuses.

Unos cargan fardos con alimentos a las lanchas y otros regresan con maletas a los autobuses, en ese ir venir, este punto que un día fue una extensa playa, se llena de tuc-tuc; pequeñas embarcaciones que son impulsadas con motores diesel.

Lanchas van y vienen cargadas de pasajeros y productos, la mañana es agitada cuando el mar está calmo; cuando el viento sopla, las olas se esmeran con su violencia, y todo se paraliza; no hay nada que ver.
Quizás esta sea la parte más transita con lanchas en el departamento de Colón, la cual solo basta 20 minutos para recorrerla.

Lanchas van, cayucos vienen y el mar no pierde su color turquesa, cuando el viento está dormido, las rocas dibujan objetos cuando las olas descansan.
Una cadena de cerros verdes, con cultivos y bosques, parecen sostenerse entre esos farallones que el mar intenta penetrar. Es la belleza del Corredor Turístico Esmeralda, que está dormida, esperando impresionar a los exploradores de aventuras y la vida verde.
